Los dientes tienen en su interior un espacio (conducto) dónde se encuentran los vasos y nervios que le dan la sensibilidad al diente. A esto se le conoce como la pulpa dentaria y cuándo se inflama, muchas veces lo hace de forma irreversible.
En estos casos, el diente empieza a doler y la pulpa se desintegra y cuándo termina de hacerlo, el diente queda sin vitalidad o necrosa. Sin embargo, cuándo el diente está muerto, en el conducto comienzan a crecer bacterias y otros microorganismos, lo que se traduce en que el diente comienza a infectarse.
De no hacer nada, la infección del diente pasa al hueso, y el cuadro se complica. En estos casos es necesario realizar un tratamiento de conducto, lo que significa descontaminar al mismo y sellarlo permanentemente para que no vuelvan a crecer bacterias en su interior.
Una vez que el conducto del diente esté sellado y no moleste, es posible colocar un perno dentro del conducto para sostener una funda.
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